lunes, 30 de abril de 2012

Ascendere lectum, lecho romano en la antigua Roma

Triclinium, Museo Zaragoza


La evolución del lecho en la época antigua nos lleva desde el primitivo uso del suelo cubierto de hojas y paja:"cuando una esposa montaraz extendía un lecho campestre de hojas y paja y pieles de las fieras vecinas..." (Juvenal, sat. 6) al lujoso refinamiento en los materiales y decoración del mueble en el Imperio Romano.

Podemos imaginar el lecho propio de las cabañas de los primeros romanos, humilde y de madera: "En medio de la habitación había un lecho de madera de sauce, cubierto de hojas de árbol. Para adornarle extendieron sobre él un tapiz del que solo se servían en las grandes solemnidades." (Ovidio, Metamorfosis, 8, IV)


Lecho funerario de Flavio Agrícola, Museo de Arte de Indianápolis

Los lechos de los Romanos en los primeros tiempos de la república fueron probablemente similares a los de los Griegos; pero hacia el final de la república y durante el imperio, cuando se introdujo el lujo asiático, la riqueza y magnificencia de los lechos de los romanos ricos sobrepasaron a las de los helenos.

"Conchas de tortuga brillaban, de los mares de la India  con numerosas esmeraldas, joyas costosas, adornado,  y dorado jaspe en los lechos brillaba.
 Las colchas lujosas; la mayoría teñidas más de una vez en las cubas de Tiro habían bebido su jugo: parte emplumada como de oro; parte teñida de rojo, como si los hilos hubieran pasado por la correa de Faros."
(Lucano, X, 127)

Los romanos en un principio se sentaban para comer, pero la influencia de los griegos hizo que adoptaran la costumbre de recostarse en las comidas, aunque las mujeres se sentaban a los pies del lecho o en una silla como hacían los niños. Los más humildes y los esclavos emplearían probablemente un banco (subsellium).

Los romanos utilizaban los lechos para dormir (lectus cubicularis), comer (lectus triclinaris) y trabajar (lectus lucubratorius). Algunos se tendían para meditar, leer y escribir, apoyando el brazo izquierdo sobre los almohadones: 

"Por la mañana, trabaja reclinado en el lecho, cuando llega la hora segunda, pide que le traigan sus calceos y camina durante tres millas, tonificando, así, tanto su espíritu como su cuerpo." (Plinio, Epístolas,  III, 1)

En los dormitorios más comunes se han encontrado lechos empotrados en las paredes de las hornacinas, que podían cerrarse con cortinas o tabiques plegables.

El lectus genialis, tálamo nupcial en honor del Genio, se coloca al principio en el atrio, enfrente de la puerta, por lo que a veces se le llama lectus adversus.

"Pero ved, el lecho matrimonial real se está disponiendo para la diosa en medio del palacio, elaborado con colmillos de la India, cubierto con púrpura del tinte rojo de la concha." (Catulo, 61)


Las Bodas Aldobrandini, Museos Vaticanos







El estilo de diván elegante de los primeros tiempos del imperio se diferenció del modelo heleno, más sencillo y bajo. Los romanos diseñaron un lecho de patas torneadas, con extremos decorados con figuras de animales, como el delfín. Introdujeron el respaldo, pluteus, aunque los lechos para comer carecen de reposabrazos y parte posterior. El lado por el que uno asciende al lecho utilizando un escabel, puesto que eran muy altos, se conoce como sponda.


Lecho y escabel con adornos en hueso y vidrio, Museo Metropolitan de Nueva York

En el mundo antiguo se conocen varias formas de construir un bastidor que sujetase el colchón. En Egipto se utilizaban principalmente las cuerdas de tipo vegetal y las tiras de cuero. Los griegos y los romanos también las usaron, así como un entramado de bandas de bronce.

Los lechos más comunes se fabricaron de distintas maderas, Para recubrimientos se generalizó, ya antes de nuestra era, el uso de maderas caras, marfil y concha de tortuga. Como sustituto barato sirvió el hueso de diversos animales, como el caballo.

"...nadie consideraba seriamente que valiera la pena ninguna clase de tortuga que nadara en las corrientes del océano para fabricarles a los troyúgenas relucientes y noble lecho, sino que en pequeñas yacijas de lisos cortados, el frontal de bronce mostraba la cabeza barata de un rucio coronado, al lado de la que jugaban retozones los críos del campo."


Lecho de bronce, Museos Vaticanos

Los lechos de metales preciosos, oro y plata, y los de bronce de Delos no se diferenciaban de los modelos de madera, aunque parece que no se convirtieron en objeto de lujo hasta comienzos de la era cristiana: 

"El bronce de Delos fue el primero que se hizo famoso, viniendo todo el mundo a Delos a comprarlo; de ahí la atención prestada a su fabricación. Fue en esta isla donde el bronce primero obtuvo celebridad para la elaboración de pies y soportes de triclinios. (Plinio, Historia Natural, XXXIV, 4)

Se adornaban con incrustaciones de plata, cobre, e incluso, piedras preciosas. Fueron introducidos por Carvilio Polio, aunque no se sabe si éste se dedicaba al negocio de su importación o era solo un ricachón que impuso la moda: 

"Durante mucho tiempo ha estado de moda forrar de plata los lechos de las mujeres y los triclinios. Carvilio Polio, un caballero romano, fue el primero, se dice, en adornar estos últimos con plata, no por completo, ni siquiera siguiendo el modelo de Delos; siendo el modelo Púnico el que adoptó. Fue siguiendo éste último como los adornó con oro también, y no fue mucho después cuando los lechos de plata se pusieron de moda, imitando los de Delos." (Plinio, Historia Natural, XXXIII, 51)

Unos lechos más sencillos son los llamados Púnicos, más pequeños y bajos, y se conoce el nombre de dos artesanos del siglo I, Archias y Soterichus.

“Y él un hombre muy instruido y un estoico, cubrió para tal ocasión algunos lechos a la manera Cartaginesa (lectulos punicanos), con pieles de cabrito y exhibió algunas vasijas Samias…”


Mosaico de Centocelle
                                                                                                                                                                   Los lechos griegos y romanos se equipaban con cojines, almohadones, colchas y doseles, que solían ser un lujo accesorio que escondía unas estructuras bastas o unos feos somieres:

"Vestido de verde claro, se tumba en un lecho ocupado y achucha a derecha e izquierda con sus codos a los convidados, apoyado en la púrpura y en los cojines de seda." (Marcial, Epigramas, III, 82)



Exposición Domus 2013, Carranque, Toledo. Foto de Samuel López

En los inicios se cubrirían con pieles de animales y telas de fibra vegetal. De Oriente se importaban las colchas Babilónicas y las sedas también vinieron a los lechos de los más ricos. 

“Dionisio (tirano de Siracusa) pidió a Damocles que se tendiera en un lecho de oro con una colcha hermosamente tejida y magníficamente bordada, y dispuso mesas con oro y plata.” (Cicerón, Tusculanas, 5, 21)
Se decoraban con bordados y color púrpura y el uso excesivo de ésta para la ropa de cama hizo que cayera en desuso para las togas: 

¿Quién no tiene colchas púrpura para sus lechos de banquete? (Plinio, IX,63)


Pintura casa de los Castos amantes, Pompeya

El lino se empleó para recubrir colchones y almohadas, y la lana que sobraba al tratar las ropas (borra) era utilizada para rellenar los colchones: 

"¿Que está el bastidor demasiado próximo a las plumas aplastadas? Toma estos vellones raídos a los capotes militares leucónicos." (Borra leucónica, Marcial, XIV,159) 

Los más pobres se conformaban con rellenos de paja y heno: “ni porque en mis convites se pongan alfombras de púrpura, me juzgaré más feliz, ni al contrario me tendré por desdichado si reposare mi cansada cerviz sobre un manojo de heno, o sobre lana circense, que se sale por las costuras de los viejos colchones.” (Séneca, De la Brevedad de la Vida, 25, 2)

El uso de plumón de aves fue frecuente durante el dominio romano. El plumón de cierta especie de ganso salvaje (gantae) que ya utilizaban los celtas y germanos, encontró favor entre los romanos y alcanzaba un alto precio, ya que cohortes enteras de soldados romanos eran enviadas a buscar las aves a la región de Bélgica: 

"Cansado, podrás descansar en plumas de Amiclas que el plumón interior del cisne te ha dado." (Marcial, Epigramas, XIV, 161)

En los lecti triclinaris, los invitados se acercaban por detrás y ocupaban su lugar, recostándose sobre el lado izquierdo, de cara a la mesa, apoyado sobre el codo izquierdo. La colocación en los divanes seguía una etiqueta; el lugar de honor era el locus consularis, porque si había un cónsul ese lugar siempre se le reservaba a él, y se situaba junto al anfitrión. En cada lecho solían reclinarse tres personas, aunque hay referencias de que algunos podían dar cabida a mayor número de invitados: 

"... después de haber medido cuatro veces un lecho de seis plazas (hexaclinon) de concha de tortuga, se lamentó de que no fuera lo bastante grande para su mesa de cidro." (Marcial, Epigramas, IX, 59)



Al inicio del Imperio se introdujo un nuevo tipo de lecho semicircular para utilizarse con una mesa redonda. Se le llamó sigma, por su parecido a la letra griega C:

"Al final de todo ello, nos encontramos con un amplio lecho semicircular para comer construido con mármol blanco y cubierto por un emparrado." (Plinio, Epístolas, V, 6) 

En mucho autores se encuentra la denominación de stibadium para esta clase de lecho, que parecía tener capacidad para unas siete u ocho personas. 

En muchos autores se encuentra la denominación de stibadium para esta clase de lecho, que parecía tener capacidad para unas siete u ocho personas: 

“Recibe un lecho de media luna incrustado de carey. Caben ocho. Que venga todo el que sea amigo mío.”  (Marcial, Epístolas, XIV, 87). 

El colchón se curvaba por la parte interna del diván, y, aparentemente era compartido por todos los invitados. los lugares de honor estaban los extremos, y el principal, el locus consularis, era el del extremo derecho.

La excentricidad de algunos nobles y emperadores también se vio reflejada a la hora de crear nuevas formas de tenderse para disfrutar de la comida y el ocio. Por ejemplo se describe el uso de flores en esta cita sobre Aelius en la Historia Augusta: 

"El construyó, a saber, un lecho provisto de cuatro altos cojines y cubiertos de una fina red; los llenó con pétalos de rosa a los que quitaron las partes blancas, y después se reclinaba en él con sus amantes, enterrándose bajo un manto de lirios, ungiéndose con perfumes de Persia." (Aelius, 5)

Heliogábalo sentaba a sus amigos más humildes en almohadones de aire en vez de en cojines y dejaba salir el aire mientras cenaban, de forma que los comensales se encontraban finalmente más bajos que la mesa.

 “Fue el primero en colocar un grupo en semi-círculo en el suelo, en vez de en lechos, con el propósito de que los esclavos soltaran el aire de los almohadones.” (Historia Antigua, Heliogábalo, XXV, 2)


Estela funeraria de Lorania


El lecho cubicular se convertía a menudo en lecho fúnebre en el que el difunto era expuesto a las visitas durante el duelo en el hogar antes de ser enterrado. Si el fallecido era una persona notable, su riqueza se extendía hasta su último lecho, como describe Suetonio en el caso de Julio César: 

"... colocaron en ella un lecho de marfil cubierto de púrpura y oro, y a la cabecera de este lecho un trofeo, con el traje que llevaba al darle muerte." (Suetonio, Julio César, 84)

En los sarcófagos y lápidas aparecen los difuntos retratados en sus lechos, solos o acompañados de sus familiares y representados con mesas con alimentos, como si estuviesen en una cena o banquete.


Urna cineraria de M. Domitius Primigenius,
Museo Metropolitan de Nueva York


Bibliografía:

La casa romana, Pedro Angel Fernández Vega, Ed. Akal
Los Romanos, Su Vida y Costumbres, E. Ghul, W. Koner, Edimat libros.